I
Yo me imagino al Teniente Osset, como el abuelo de mi amigo Miquel. De militar y de maestro, que por algo fue ambas cosas. Y me lo imagino así porque por algo lo es, porque por algo lo fue.
Y es que sé que Miquel sabe que él es él, que él es como es y no como soy yo, por ejemplo, o como eres tú, porque su abuelo, Joaquín Osset Merle, fue maestro de Vistabella del Maestrazgo durante la primavera y el verano de 1936, y porque salía en aquellas frescas noches de verano a la puerta de su casa para escuchar la guitarra de la maestra, Carmen Sirera Giner (que no era hermana, ni prima, ni tía, ni sobrina, ni nada que se le parezca -al menos en varias generaciones- del Capitán Sirera; por mucho que la casualidad del apellido nos tiente a pensar que lo era).
Y es que sé que Miquel sabe que él no sería biólogo si su abuelo el Teniente Osset, de infantería, no hubiera decidido cambiar el fusil por los cuadernos y la pizarra; la carrera militar por la de maestro, en aquel pais que, desde 1931, tenía una constitución que decía:
- Artículo 6: “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”
- Artículo 48: “El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de la enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos.
Es que sé, también, que Miquel sabe que él no habría sido editor de libros de ética, si su abuelo, Joaquin Osset Merle, – “ alt i prim, amb ulleres i amb el possat seriós”, de carácter amable, atento y trabajador, y “muy bueno en geografía”, como le recuerdan, aún hoy, o hasta hace poco, alguno de sus alumnos – no hubiera sido además secretario de Unión Republicana del pueblo, y no se hubiera incorporado a aquel batallón de milicianos de Castellón, yéndose en aquel coche que llegó al pueblo con el Capitán Sirera y el abogado Traver para recogerle en aquella calurosa noche de julio: Y que justo antes de llegar, justo en la cuesta de entrada a Vistabella, se caló, inequívoca señal de lo que el destino les tenía deparado, como recordaban hasta hace poco algunos lugareños mayores.
Es que sé que Miquel sabe que él no habría sido la persona que es si su abuelo, el teniente de infantería y maestro, Joaquín Osset Merle, no hubiera desaparecido después de haber sido fusilado aquella madrugada junto a mi abuelo.
Es que sé que él sabe que yo no sería yo si mi abuelo, el Capitán Sirera, no hubiera desaparecido aquella madrugada, después de haber sido fusilado junto al suyo.